Pablo Andrés Rial
Ensayo sobre la poesía, sobre su forma, vicio e importancia
Sobre sus formas y naturaleza
A lo largo de la historia humana, desde tiempos inmemorables, la búsqueda de una certera descripción de lo que es la poesía, ha logrado alcanzar solo una mera persecución de carácter superficial, cuyo fin retrata un atestado sentido dialéctico basado en la única obsesión del saber determinar, algo que acaece de limitación y por lo tanto, de empobrecimiento ante el intento forzado de darle una única identidad, cuando es sabido, que carece de una como tal. Forzar a reconocerla bajo ciertas características es un acto criminal. La rapsodia, por un lado, ha demostrado esa compulsión innata de la amplia manifestación ilimitada, en su vómito más colorido y esplendoroso de la historia humana, partiendo de su oralidad un hacer lírico de amplio espectro (algo que hoy día continúa por fortuna vigente, bajo ciertas mutaciones performáticas) y por otra parte se ha convertido en una suerte de virulencia exquisita, de religiosidad, en la que comunicación y sentimiento se desprenden del útero de la sensibilidad como un parto en el agua.
La poesía esconde una particular cualidad amorfa, si bien aparenta solidez edilicia y en muchos casos estética, sea ornamental o no, se despoja, sin embargo, de los harapos de un único significado. Por lo tanto, es independiente pero bien sujeta al ser, vive por sí, se gesta y hace metástasis sin previo aviso, desde adentro de las entrañas hacia el afuera: necesita del contexto, bebe de él. Carece originariamente de manera instintiva, por su misma naturaleza, de artilugios y cualquier tipo de artificio que no es llamado a formar parte de su cuerpo y en caso de que los hubiere, es porque se la ha convertido en un parásito o contrariamente, cedió a razones vitales para su desarrollo y madurez. Distinguir unas de otras puede ser posible, hay cierta marca de agua en la fluidez de sus corrientes.
Sobre su brazo y alcance
Es claro que hay distintos tipos de lectores para diferentes espíritus de lenguaje poético. Un sonido de versos, su contenido, puede ser punzante de imágenes para el cerebro sensible de algunos, pero también es factible de resultar una estepa totalmente infértil para otros. El efecto deseado es sin duda, el de propiciar la inundación del lapsus linguae del que se sufre en tiempos actuales de cruenta orfandad.
El poema sea escrito o recitado, puede ser capaz de ofrecer según el caso, una transmisión casi como efecto contagio de un sentimiento intenso, difuso, pero a la vez esclarecedor, sujeto a distintos impactos para quién lo percibe. La poética actúa como un instrumento para sacar a relucir la existencia, ya lo decía Cocteau, hacer poesía es lustrar unos zapatos opacos, darles brillo, logrando que, aunque siempre han estado a la vista de cualquiera, ahora se vean. Artaud consideraba a la poesía como lo primitivo. La reivindicación del resurgimiento de la experiencia incandescente de lo sensorial, aquel lugar donde convive el inconsciente con el consciente, ambos estados coexisten, por momentos furtivos y por otros, hermanados.
Adueñarse de lo que nos rodea con la misma curiosidad que posee un infante. Hay un acto de capricho, rebeldía y pataleo en la literatura, frente al movimiento, que da lugar a una ocupación fecunda en la que proliferan diversos motores propulsores de la insatisfacción individual y colectiva: capricho, obstinación, temor, deseo de búsqueda inútil pero necesaria, que se condensan con los placeres, la finitud, el amor, la filosofía y los objetos mundanos, las calamidades y también la gracia de la naturaleza.
Para finalizar, debo decir que los géneros poéticos son todos y ninguno a la vez: se deben a un espacio común donde rondan, se regodean y agudizan los conceptos simbolistas y realistas, conviven o bien se mantienen distanciados, pero, con el común denominador de una constante: caer sistemáticamente en el intento fallido de la aparente completitud, la razón justa de su génesis, estar siempre en sensación de falta, pues sufre en su constante de un decir insuficiente, por lo tanto, cae en adicción. Con esto quiero decir, que aquel que escribe poesía, la lee, o la repele, se halla ineludiblemente bajo sus garras, no hay escapatoria, no hay puerta de salida, la huida es una ilusión; el joven Rimbaud fue un claro caso, suplantó su poesía por lo que es lo mismo, vivirla con el cuerpo, creer que podemos ser capaces de distanciarnos de ella es un engaño.