Tránsito de un amor
Nàdia Vázquez
Nací en Barcelona el 20 de febrero de 1988, y fue allí donde todo se desajustó, entre ensayo y error. Me registraron el 21, por confusión, y he acabado tatuándome ese número en el corazón.
No quiersiera mencionar nada acerca de mis méritos académicos ni tampoco demasiado sobre quién soy; lo primero carece de relevancia y lo segundo cambia en un parpadeo, en una de esas sacudidas de la vida, o al cruzarte, sin querer, con las personas (in)adecuadas. Esas personas que zarandean los cimientos y las convicciones que tenías sobre ti mismo, impulsándote a de-construirte de nuevo y a cuestionártelo todo. Vas a encontrarme, antes, en mis letras, que si intento explicártelo yo.
Tránsito de un amor
Descubre Tránsito de un amor, un tesoro inesperado de Nàdia Vázquez, una colección intensamente personal de prosa poética, reflexiones y poemas nacidos entre finales de 2021 y finales de 2023. Este libro, más que una obra premeditada, es el resultado espontáneo de un viaje íntimo, una travesía por las profundidades del alma de la autora durante un periodo de turbulencia emocional y creativa.
En Tránsito de un amor, Vázquez desnuda su corazón, transformando su experiencia personal en arte universal. Sus páginas no fueron concebidas con el objetivo de ser publicadas, sino como un acto casi involuntario de supervivencia y auto-descubrimiento. Aquí, cada texto es un paso más en un camino de autoexploración y catarsis, donde el dolor no solo se revela, sino que se celebra como una fuente de belleza y amor profundamente humanos.
Vázquez nos invita a contemplar la dualidad de la vida: cómo las adversidades pueden dar forma a la apreciación de la belleza y cómo el verdadero amor y la vida misma solo pueden entenderse a través de la lente de nuestras experiencias más desafiantes. Inspirada en pensamientos como los de Mary Oliver, nos recuerda que incluso en una «caja llena de oscuridad«, podemos encontrar regalos de incalculable valor.
Tránsito de un amor, es una obra para aquellos que ven en la poesía y en el arte un refugio y un espejo, para todos aquellos que buscan entender las contradicciones del corazón humano. Sumérjase en esta colección y permita que las palabras de Nàdia Vázquez le guíen a través de los laberintos del dolor y el amor, y descubra con ella la inextricable conexión entre ambos.
POEMAS
*
He querido escribir(te), amor,
y solo me ha salido sentirte.
Allí donde tú oyes silencio,
yo oigo latido.
Allí donde sé que hace frío,
me encuentro buscando, sin querer,
tu abrigo.
He visto al colibrí tirado en el suelo,
con la cabeza agachada y las alas partidas.
Lo he cogido, arropado,
y le he susurrado al oído:
“¿Cuando vuelas hacia atrás,
vas hacia algún lado?”
No sé cuántos trenes pasan en un atardecer.y haces arder con la intensidad del que toca
sin percatarse de la importancia de su esencia.
He salvado al colibrí,
pero no sé cómo salvarme a mí misma.
Pequeño, le dije:
hoy vuelves a nacer.
Recuérdame al vuelo y en el duelo.
Juraría que no lo he dicho,
pero creo que por el camino,
me he dejado un te quiero.
*
A veces me ahogo en un vaso de agua.
Abro la ventana y dejo que todo se lo lleve el
viento, hasta que veo tus labios, que encienden
mi fuego, y entonces vienes tú, a decirme a mí,
que ponga los pies en la tierra.
Y los pongo, y hasta los hundo
«pídeme lo que quieras»
A veces te miro, y yo lo que veo
es un puto huracán.
Los trozos de una ciudad destruida
volando por los aires.
A veces te volaría yo misma por los aires, y con
la misma intensidad te quitaría la ropa y la
tiraría, «también por los aires».
A veces agacho la cabeza para evitar el golpe,
y otras es demasiado tarde
y me quedo inconsciente.
Si abro los ojos, desde el suelo,
sé que estará tu mano ahí.
Si los abres tú, desde el aire,
sabes que estará la mía, también ahí
*
En el fondo de la copa, la nostalgia.
En el vómito en el baño que no sabes si es del
ron o de que te quedan dos malditos telediarios.
—Que me pillen contigo los dos, por favor—.
Siempre eres noticia aquí dentro, en el latido.
Voto por el país, pero no tengo ni voz ni voto
en mi pecho.
Es jodidamente tuyo.
A la tercera de ron o pasamos a chupitos o dejas
de llevar ropa en mi cabeza y la urgencia
me vuelve loca.
—Yo, a la locura, la resuelvo rápido
cuando estás—.
He salido con tu perfume puesto.
Eso debe contar como tortura autoimpuesta
por uno mismo.
Siempre dije que lo fácil me aburre.
O me estampas contra la pared suavemente o
tengo déficit de atención terrenal.
Al menos no me ha dado por fundirte por
teléfono a besos.
Estoy aprendiendo mucho sobre control
«de mierda».
*
Hay silencios que entierran.
Oigo mucho ruido aquí dentro
y lo busco fuera para dejar de pensarte
de esta forma,
tan estúpidamente involuntaria.
Si me acurruco en un cubo de cristal, ¿bajará el
volumen de tu voz en mis entrañas?
Es una trampa.
Todo.
He visto una araña y la he seguido hasta su casa.
Esos hilos tan relucientes me atrapan
hasta a mí.
He sido presa.
Me he quedado a vivir en el filo
de sus escuadras.
De las tuyas.
Me he quedado a vivir para siempre
y no se me come,
no se me come,
no se me come.
¿Y si vinieron los monstruos y se la llevaron?
Cázame de una vez.
Vuelve.
Vuelve.
Esta casa está a medias.
Si me acurruco en un cubo de cristal, ¿pondrás
una manta por encima y harás tu magia?,
¿me harás desaparecer?
El truco es el agujero por el que se escurre todo
a la vista.
Y a los sueños.
Dime, desde el fondo del fondo, ¿qué se ve?,
¿existe una superficie ahí dentro?, no sé, ¿una
salida o algo así?.
No sé cómo te lo explico.
Está todo explicado en este carrusel.
*
Y si me pilla un rayo bajo la lluvia
y me parte en pedazos,
y vuelvo al polvo,
y vuelo al mundo,
quizás,
entonces,
encuentre el universo,
u otra vida,
u otro espacio,
en el que poder tocarte.
Y tú,
ahí,
también quieras quedarte.