La carga invisible
Miguel Ángel Rupérez
Nací en Buenos Aires (Argentina) el 27 de abril de 1984, y vivo en Barcelona (España) desde el 2017. Me dedico a la competición y a la enseñanza del ajedrez, área en la que he adquirido los títulos de «Candidate Master» y «FIDE Instructor».
Amante de la literatura e incansable lector, escribo cuentos desde niño de forma constante. A lo largo de los años he complementado mi formación autodidacta con la participación en diversos talleres literarios.
Mi estilo narrativo es directo y claro, a veces crudo. En mis historias busco ir al punto de lo que quiero contar, centrándome en las acciones y pensamientos de los personajes. Mi intención es que, al terminar de leer alguno de mis cuentos, el lector levante la mirada y complete el sentido de la historia con sus propias reflexiones.
He participado en la antología de relatos Dosis mínima I (Editorial Palabra Herida) y en la de Madre mía IV (Editorial Diversidad Literaria).
En el 2024 he publicado mi primer libro de cuentos, La carga invisible, diecinueve historias que llevo años escribiendo y puliendo, y que, por fin, salen a la luz.
¿Hasta dónde nos puede llevar la sobrecarga mental? ¿Quién no se sintió alguna vez al borde del colapso, de la tristeza o de la falta de paciencia?
Estas son las preguntas que inspiraron las historias de La carga invisible: una colección de diecinueve relatos que exploran el peso emocional y la sobrecarga psicológica que cada personaje arrastra sin saberlo. Estas cargas los llevarán a situaciones extremas tales como el ridículo, la soledad, la locura o, en algunos casos, la muerte. Son historias que hablan sobre el dolor.
Con un estilo claro y directo, Miguel Ángel Rupérez nos invita a adentrarnos en situaciones de vida donde la crudeza, la tragedia y la ironía juegan un papel fundamental. Sus relatos van al punto, sin rodeos, dejando siempre un espacio para la reflexión. Es un libro ideal para quienes disfrutan de la lectura breve, pero profunda.
La carga invisible no te dejará indiferente. La verdadera emoción nunca está en las palabras de las historias, sino en lo que despiertan dentro de cada lector.