Lola Gil
Mi nombre es Lola Gil, después de un recorrido formativo , profesional y vital de lo más variopinto. Me encuentro tratando de cumplir uno de los sueños que más me emocionan desde que llegué a este mundo, atreverme a compartirme a través de la escritura, será?
Parte de “Remedio Rescate”
Remedio zen para cuando necesitas salir de la rutina: Hay veces que para pensar o sentir con más claridad necesitamos variar algo en nuestras vidas, darnos el espacio, buscar algo muy disfrutable aunque sea de manera puntual. No para evadirnos, o no exclusivamente. Sino también para despertar y mirar un poco desde fuera ese personaje que somos, o mirar con más distancia esa realidad que tenemos en el día a día. Si sientes el hastío (o burn out), hazlo. ¡Sal ahí afuera, por tu cuenta si es preciso, y vívete como solo tú sabes! ¡Despierta!
Iluminando el faro
Hannah respirando despacio, miró el cielo, y exhalando vaho por la boca, suspiró. El invierno en Islandia, la estaba abrigando. Estaba recorriendo la isla por su cuenta en coche y hospedándose en diferentes puntos con gente local, o que andaba viajando como ella.
Se sorprendía a cada rato cantando con su propia voz y mirando todo asombrada, incluso a ella misma. Amanecía cada jornada conmovida ante tal paleta de colores, la nieve, la luz del sol en la lejanía acercándose cada mañana, el mar oscuro agitando sus anhelos más profundos…
Visitó un viejo faro y comenzó a cantar, a pleno pulmón, cambiando de registro, de idioma…Se estaba llamando, y funcionó.
Las auroras boreales le habían impresionado, haciéndole sentir orgánicamente en su lugar, acariciando la vida.
Pronto volvería a la cotidianidad de sus días, no estaba huyendo, tan solo dándose espacio para atestiguar su ya nueva voz. Y mientras tanto desde un jacuzzi compartido en una noche nublada, se atrevía cantando una bonita canción.
Remedio zen para fluir con la vida: Las olas de la vida nos recuerdan que toca fluir, que hay momentos de tensión o conflicto, otros de calma ypor supuesto todo es cíclico e igual que comienza tiene un fin. ¿Agradeces a la vida y confías en ella?
Soltando control
Pili relataba su labor de parto, con precisión milimétrica. Había ocurrido sesenta años atrás, a sus más de noventa años, aún recordaba los detalles. Contaba que, en una noche como aquella, se puso de parto y anduvo entre contracciones agarrada del brazo de su marido hasta el alba.
En aquel entonces vivían en una casa de la huerta y tenían mucho terreno para caminar cómodamente a sus anchas con privacidad. Como les habían dicho de la importancia del movimiento durante el proceso del parto, así lo hicieron.
Después de toda la noche y dado el aviso, la matrona y el doctor llegaron de mañana. Gracias que no les faltaban recursos y dio a luz en casa tal y como se hacía entonces, eso sí con un adecuado acompañamiento profesional además de emocional, lo que seguramente marcaba toda la diferencia. Allí en su alcoba, como decía ella, en unos cuantos empujones, su criatura nació. Tuvo un bebé precioso, algo cabezón decían, a quien amaría con todo su ser para siempre. Y es que Manolo, tendría mucho de razón, igual que su padre. Y el corazón de meiga de Pili, que a ella tanto le enorgullecía. Al llegar éste a la juventud, su padre murió, fue una enfermedad inminente la que se llevó su vida antes de lo esperado. El joven recientemente había conocido el amor, todo iba viento en popa en su relación, y enseguida planearon casarse. Como bien sabían, la vida siempre nos va compensando. Ella por aquel entonces, viéndose con la casa vacía, se quiso recordar que la vida seguía y lo hizo apuntándose, no sin un gran esfuerzo de ánimo, a viajes organizados. A los años en uno de esos viajes se volvió a enamorar, nunca fue lo mismo, era otra cosa pero sí volvió la ilusión a su corazón, aunque no por mucho tiempo, pues llegada una edad es más fácil enfrentarse a la pérdida de la vida también de los que van a nuestro lado. Aun así sabía transitar el dolor, lloró un par de días con las persianas bajadas y luego se llevó de viaje a sus nietos a Madrid, para recordar que mientras continuamos con vida, hay que honrarla y el amor y el disfrute, es la mejor manera.
Es curioso como a la vejez, si la cabeza está bien se tiene esa capacidad de síntesis, ese poder extraer solo lo que llegó a importar. Ella siempre relataba las mismas cinco o seis anécdotas y terminaba sentenciando “Me he sentido muy libre siempre” o “el amor aunque de otras maneras, puede volver a aparecer” y a mí que no me cansaba escucharla, me faltaba aplaudirle, no lo hacía pero sí trataba de abrazarla con mi atención y mirada.