Leila Guerriero
y La Llamada: un retrato

Por Camila Savage
El lunes a las 15:00 horas salí apurada de mi casa. Había leído el día anterior que a las 16:00, en la Sala Rodolfo Walsh de la Feria del Libro de Buenos Aires, se le otorgaría el Premio La Crítica a Leila Guerriero por su obra La Llamada, el libro que me introdujo al mundo de la no ficción. Por el cual después conocería a Rodolfo Walsh, Roberto Altr y muchas otras eminencias del género que no tenía en cuenta hasta hace más poco de lo que me gustaría admitir. La puerta de entrada a ese mundo hermoso fue presentada justamente por La Llamada.

Leila Guerreiro es periodista y colabora con varios medios de América Latina y Europa. Es editora y tiene varios títulos publicados, traducidos al inglés, italiano, alemán, portugués, sueco y polaco. Ganó varios premios de renombre por sus libros e investigaciones, entre ellos el Premio Nuevo Periodismo CEMEX+INPI y el Premio Manuel Vázquez Montalbán al Periodismo Cultural y Político.

La Llamada relata la historia de Silvia Labayru, una ex militante de Montoneros que estuvo secuestrada en la ESMA durante la última dictadura militar. Ella tuvo a su hija, Vera, en cautiverio y fue una de las pocas sobrevivientes que denunciaron a los militares en cuanto a los crímenes sexuales que sufrieron las mujeres secuestradas. Es una obra que te invita a comprender y encarnar una realidad incómoda, dolorosa y bella a la vez ;pero, sobre todas las cosas, es una historia compleja. Leerlo se siente prohibido, acceder a una realidad inasible
Antes de salir, dudé, pero finalmente saqué mi ejemplar del estante esperando poder irme a mi casa con la firma de Leila. En el colectivo de camino a la Feria, comencé a pensar: ¿Será grande la sala?, ¿se necesitará pase de prensa?, ¿llegaré a entrar o quedaré afuera por la cantidad de gente? Claro, en mi cabeza, realmente estar ahí era lo mismo que ir a una conferencia de prensa de Mick Jagger. Impacientada, me bajé del colectivo en Plaza Italia y busqué mi pase universitario en el teléfono; tardó lo que pareció una vida en cargar. Finalmente, presenté mi constancia de alumna universitaria y pregunté por la Sala Rodolfo Walsh.
Hay ciertos libros que logran un pacto de entendimiento, que tienen la palabra justa en el momento necesario y generan un vínculo de apoyo mutuo entre el libro y el lector.Aunque las tramas no estén directamente relacionadas, podría atribuirse un misticismo, una respuesta inconsciente o un Dios de los libros que va despertando intereses cuando uno lo necesita. A continuación, voy a relatar mi historia con el libro, intentando no caer en una estructura muy yoica, en la cual todo lo que leo pasa por mi contexto. Lo conseguí a finales de abril de 2024, de casualidad. Estaba agotado desde marzo en todas las librerías que frecuenté (que fueron varias); en todas me comentaban que no sabrían cuándo ingresaría.
Cuando caminaba por Córdoba pasé por la librería próxima a la Alianza Francesa de Buenos Aires que vende muchos libros en tal idioma y lo ví de reojo en la vidriera. Me detuve, y efectivamente era. Lo compré en todas las cuotas que había y me lo lleve a casa eufórica, era un tesoro que finalmente había podido conseguir.
Eran las 15:55; a paso veloz me dirigí a donde creía que era la entrega de premios, ya que tuve que pedir indicaciones dos veces. Finalmente, llegué a la Sala del Salón Amarillo; había pocas personas afuera haciendo una fila y no tardamos en entrar. El Salón era más chico de lo que me imaginé: unas cuantas sillas en fila y una tarima en donde estaban dos hombres que desconocía, una mediadora y Leila. La tarima parecía ser atacada por un público hambriento que se le avalanchaba; todos querían estar lo más cerca posible. Opté por sentarme en el medio.
La autora, además de ser hermosa, posee un magnetismo en el cual es difícil no sentir intriga. Aún más, si quien está sentado enfrente leyó Teoría de la Gravedad, en el cual están sus vivencias descritas desde una profundidad tan propia como abstracta; como quien mira suspendido en el aire su vida y tiene el poder de transmitir lo propio como universal.
La charla comenzó con una introducción por parte de una mediadora, y luego pasaron a la entrega de premios mientras se hablaba del libro. Tras la pregunta de cómo aborda este tipo de literatura, Leila comparte que hay algo poderoso que te lleva a seleccionar estas historias para explorarlas, pero lo más importante es llegar sin prejuicios. Además, destaca que es peligroso tener una hipótesis previa porque, si no, sucede una especie de “peluquería de la realidad” en la cual el autor adapta y recorta la realidad para que esta encaje en su historia. Por otra parte, también explicó la importancia de que el entrevistado no te “encadene a su show”, haciendo alusión a la canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, refiriéndose a que el proceso para realmente empezar a entender una historia tiene que ver con observar desde afuera, entrevistar varios meses y a muchas personas para ir gestando una idea que, a su vez, puede tener contradicciones entre los mismos personajes. Por último, en cuanto al proceso de escritura, la autora concluye con que reportar es ir viendo cada vez más claro y correr el velo lentamente. Con respecto a La Llamada, Leila Guerreiro aclara que hay duelos abiertos y colectivos, complejos de abordar; esta historia es eso. Y enfatiza en el hecho de que la historia de Silvia es una especie de Aleph del horror de la dictadura, que además posee todos los matices de la violencia de género de la protagonista.
Al salir de la charla comienzo a recordar el libro, que me acompañó durante un tiempo muy particular, en un duelo de la muerte de un familiar y la ruptura de un noviazgo de muchos años. La obra es un registro de una de las vivencias enteras, de una persona con una protagonista nunca se presenta una víctima y continua. Sin importar la adversidad, continua. Ahora tengo mi ejemplar firmado y no tengo dudas que La Llamada, además de ser un registro histórico y testimonio de memoria, es una llamada al lector a que se despierte.