Visiones
Jorge Burón
Jorge Burón Prieto (Madrid, 1994) es escritor de narrativa, ensayo y poesía, así como profesor de historia y filosofía en secundaria y bachillerato. Actualmente desarrolla su tesis doctoral bajo el título “El problema del mal en Roberto Arlt: crueldad y trascendencia en Los siete locos”.
Ha publicado relatos en antologías y sido premiado como el “XXVII Concurso de Cuento de la Universidad Autónoma de Madrid” de 2018 o la colección “La ciudad desde la ventana”en 2020; también ensayos en webs literarias como “Continuidad De Los Libros”, y ha impartido talleres literarios en la universidad como su seminario “Literatura y poder en el siglo XX” en la Universidad Pontificia de Comillas.
En poesía debuta ahora con su poemario Visiones en la editorial Buenos Aires Poetry.
Poemario Visiones
Jorge Burón
Lejos del yo lírico que expresa su interioridad, el poeta fue un día la voz con que cantaban los dioses del Olimpo y que a tientas buscaba verdades extraterrenas. Estos versos han sido así escritos, a la sombra de poetas mayores —nuevo Olimpo—, cantando hoy con su voz lo que del mundo hemos podido vislumbrar. Su ritmo, sus palabras, sus formas y sus trampas están tomadas para decir lo que hoy tiene que ser dicho desde ellos.
José Ángel Valente dijo que el poeta debía despojarse de sí mismo y Leopoldo María Panero habilitó para la poesía española el plagio a la Mallarmé. Siguiéndoles, aquí se propone la reescritura visionaria, la despersonalización del poema: en contra del yo-poético, el otros-poético que cantan en las palabras que el poeta anota. Este modo será continuado en los poemarios Madrides y La sociedad del algoritmo en una clave más política y metafísica respectivamente. La imposición de ser actual, la exigencia de originalidad son una inevitabilidad para el que escribe; obsesionarse en su búsqueda sirve para entorpecerla.
Solo el tiempo en que fueron compuestos, el 2021; la concentración de trance en esas semanas de lectura escrita; y la misma mano que los anotó, que fue la mía, pueden dar cohesión a estos veintisiete cantos, y no es poca esta. El aquí y ahora, lo que se está viendo, es quizá lo poco que podemos decir cada uno de nosotres con una mínima honestidad.
Que de estos versos se desprenda algún sentimiento, imagen o idea, incluso cierta musiquilla agradable, será cosa que deba valorar quien lea, y el motivo, si lo hay, los siglos de poesía que han moldeado este poemario, nuestras palabras comunes, nunca yo.
SELECCIÓN DE POEMAS
Visión VI
De Matsuo Bashō
1.
Un rayo lento
truena, ya en aquel frío viejo
el campo ha florido
2.
Id al camino seco
el que nunca llega
y estás acabando
3.
Conozco aquel viento
es otro
de nuevo
4.
Dios ya regresa
los verdes mueren otra vez
todo queda en silencio
Visión XIV
De Paul Valery
Tablero ideal, en juego
danzan blancas entre celdas.
Prende un coche, suena lejos
run, run, llegan los refuerzos.
Salvados del pensamiento:
jaque mate, juego abierto.
Qué eclosión de variaciones
se revelan tras las leyes
que el tablero no concibe.
Cuando aparece el abismo
caen fichas, coches, checas,
para el Tiempo, nace el Sueño.
Terco el padre sobrevuela,
masa de luz, piedra que cae,
agua rota, el Ojo aguarda,
arda la llama, que no arda:
Así no… Aguanta la llama,
mas fatiga arder, Tablero.
Templo del Tiempo destruye
el limbo puro del niño
ciñe su infancia a las normas,
castigo máximo impuesto
por los dioses: al pasado
llora el niño soberano.
Como el dado se deshace
en un plano tras su giro
expira el sueño infinito,
yo tiento la aproximada
forma del cielo que canta
un recuerdo del olvido.
Mira cómo cae del cielo
después de tanta alegría
inconsciente, tan risueña,
a esta celda me abandono
sobre las casillas muertas
que corretea mi infancia.
Expuesto el truco a la mesa
se ha esfumado. Oh, mi fantasma,
luz de gas, fiera implacable,
a tu cueva te devuelvo.
Mi condena. Pues el juego
allí guarda mi destino.
Para mí, en mí y al que huyendo
voy, irremediablemente
vuelvo, camino y caída,
entre vacío y vacía.
Dominó, encadenado,
resonante entre las fichas.
¿Qué sabrás, falso maestro,
ninfa, espada de Damocles,
del secreto de sus ojos,
Padre, Ojo, Ilustración,
de los gestos de mi mano.
Yo habré olvidado, ella no.
Arde, tablero sagrado,
ley de civilización,
descansa en este lugar,
piedra y árbol, sé de nuevo,
vuelve temblando a las sombras.
Juego nuevo, jugaremos.
Y si un extranjero viene,
lejanos misterios cuenta,
tañiré viejas campanas,
pávidas huirán palomas,
dirán curiosos los ángeles:
Ha llegado aquí el futuro.
Ruinas soplan en el viento.
Tres ojos miran el prado,
una niña está bailando…
Va la vida ebria de ausencia,
y ahora es dulce la derrota.
Tiemblan huesos bajo tierra,
sin ojos ríe el misterio.
Allá arriba el absoluto,
en sí empieza y se acaba…
Pero lo que guarda el suelo
está a punto de volver.
Ansias de gritar secretos.
Dudas, susurros y miedos
abrillantan el diamante…
Pero en la noche de mármol,
el pueblo, que esconde el bosque,
descubre, al mirar, su cara.
Ya fundió espesa esperanza.
Negra sangre en blanca tierra,
cara tiñen rojas flores.
¿Del muerto dónde está el arte,
su alma única domestica?
Donde el llanto, lirios brotan.
Agudos gritos de jóvenes,
los dientes, lágrimas, palpo
senos confundí con fuego,
rezaron a ambos mis labios
dones que la muerte cela:
La ciudad inventa el juego.
Y tú, destino, ¿distingues
una madre de un peñasco,
la canica al carnal ojo?
¿Jugarás cuando no estemos?
Huirás. Tú también serás
anudado y enterrado.
Vieja y negra inmortandad,
consoladora trampa que
maternal seno amamanta,
oh, bello engaño olvidado,
¿quién conoce o quién recuerda al
que empezó y sigue jugando?
Titanes ni bestias fueron,
no dictan nuestra condena,
tampoco engañan los pasos:
hay un niño en el pasillo,
él juega el juego ideal.
¿Amor, tal vez, es amar?
El diente se oculta en mí
lleva guardado mi nombre.
Qué nombre. Qué diente de oro.
Subo la apuesta a quién soy,
de quien lo descubra, esclavo.
Zenón, la muerte y la brújula.
El crimen fue donde acaba
laberinto en perfección.
Me engendra el ojo de un tigre.
Ah, el tigre, el tigre, me engendra,
el Castillo, Aquiles, Roma.
No, no y no. Vuelve a empezar.
Rompa, cuerpo, el pensamiento.
Gane a la verdad la forma.
Frescura del mar que exhala
mi alma… Conozco el secreto,
la cifra que hay en tu carta.
Oh, tan dulce es el delirio,
aparenta piel de felpa
mas no conoce fronteras,
su mirada es absoluta
y con sencillez observa,
finito e infinito alberga.
Se va el tiempo. Hay que jugar,
pero no recuerdo el juego,
ni las normas, ni el tablero.
Volved dados, fichas mías.
Rompe, niño alegre, el tiempo:
Tablero ideal, juguemos.
Visión XXVI
De Alejandra Pizarnik
quién me conoce yo callo mi llanto
quién me conoce yo callo mi mano
quién me conoce yo callo mi vista
quién me conoce yo canto: mentira