Israel Álvarez

Israel Álvarez (1986) nació en Huévar del Aljarafe, municipio de Sevilla, y lleva escribiendo y sumergido en el mundo poético desde los 18 años. Actualmente cursa el Grado de Historia en la Universidad de Sevilla.
Finalista del Premio Adonáis de Poesía 2018, ha participado en el Certamen Andalucía Joven de Poesía del Instituto Andaluz de la Juventud, así como en el XIII Certamen de Creación Joven del Ayuntamiento de Sevilla.
Autor miembro del Centro Andaluz de las Letras, ha publicado en diversos medios o blogs digitales relacionados con la literatura y la cultura, como Bubok, Groenlandia, Cinosargo, El coloquio de los perros, Palabras Diversas, Palpitatio Lauri, Revista Zéjel o Revista Nueva Grecia.
Ha asistido a ferias del libro como en Madrid y Sevilla, y participado en multitud de recitales, como el recital joven de Poesía Ya de Barcelona.
- «El viento de la noche» (poemario inédito) es su primera obra poética, una recopilación de sus primeros poemas. Bécquer fluye en sus primeras composiciones.
- «Todo en mí fue naufragio” (poemario inédito), su segundo poemario, es un canto a la esperanza y al amor, a aquello que se anhela fervientemente.
- «El Leteo» (Bohodón Ediciones, 2013) es un poemario donde el autor evoca los recuerdos y los anhelos, una elegía a la pérdida humana, a través también de deseos, ensoñaciones, de la naturaleza y la mitología.
- “Demiurgo” (Ediciones En Huida, 2014) está escrito en verso y prosa poética, donde el autor intenta crear su propio mundo y ordenarlo a su imagen y semejanza.
- “Atlas” (Ediciones En Huida, 2017) obra donde se extrae que la misión a cumplir de cada persona es sostener el mundo de otro, ser soporte del prójimo, aun arrastrando la tristeza y miserias propias.
- “Diciembre y otros cielos” (poemario inédito)
- “La eternidad es un instante infinito” (Ediciones De Humo, 2019) poemario que conjuga la exploración humana del tiempo y una eternidad que no se alcanza a través de un lenguaje lírico íntimo y desde la conciencia.
- “Álbum de familia» (poemario inédito) Finalista del Premio Adonáis de Poesía 2018
POEMAS
UNAS POCAS PALABRAS
“…Porque es triste y es también preciso
comprender que eso es vivir: ir olvidando…
(Caballero Bonald)
Debes saber todas estas cosas.
Y puede que me deje atrás
ciertas palabras, como cuando recoges agua
derramada
del suelo y no abarcas todo el mar a tus pies
aunque pretendas
aunque desees
limpiar la tierra.
Debes saber que nos iremos.
No a cierta calle o casa conocida.
Los testamentos nos aguardan tal vez
en alguna esquina,
en la siguiente a la izquierda o más allá del muro templado
de las iglesias,
que nos llevaremos esquivando la muerte
toda la vida
y que al final tomará nuestras dos manos
como un niño pequeño
y nos levantará de nuestro sueño arrodillado
y lloraremos como ovejas descarriadas
en un sendero de poca luz y vasta arena,
no sabremos bien la respuesta del camino correcto
pero entraremos -Dylan Thomas no quiso- dócilmente en esa buena noche.
Y está bien.
Digo que está bien que lo sepas,
íntima idea,
que mi mano irá acortándose
mientras mi sombra se alarga al compás de los cipreses.
Sabes bien dónde encontrar los cipreses.
Nos hemos acompañado allí
o te llevaré a veces
para que recuerdes y al mismo tiempo olvides,
olvides cierto dolor imantado
y que una chispa momentánea haga saltar en tu recuerdo alguna risa mía
estúpida y sin motivo
como la misma vida donde la anécdota
satisface la metafísica,
y no habrá que buscar respuestas filosóficas
a contadas vanidades.
Nos sonaremos a veces las narices,
yo por acordarme de ti
y tú por acordarte de mí,
en esta rueda, en esta fábula de supervivencia
que hemos inventado desde las raíces del mundo.
Pueden parecer frías estas palabras
o un epitafio anticipado,
pero en el fondo es sólo amor
y que puedas coger estas hojas y leerlas al atardecer de tus años
y nos sobrevivan estos versos y lleguen a generaciones
que les importe
poco o nada
estos apellidos que llevamos a las espaldas,
que no guarden ni la más mínima empatía por un viejo nostálgico
que habla de no sé qué tristezas
pero para nosotros es elemental perpetuar la llama
de los mitos personales,
los monstruos familiares.
Tienes que ir olvidándote de mí,
no para siempre,
sólo a veces;
nombrarme un poco en Navidad o en vísperas de fiestas,
tocar la antigua fotografía de mis ojos tristes,
reunirte con todos a mi costa en mi aniversario de nacimiento
-mi ya gélido cumpleaños-,
o unas pocas flores en el pedestal de mi cráneo,
ya airado con la vida por no tener o dejarme
unos segundos contigo
para decirte que
debes saber todas estas cosas.
CREO QUE TODO ES POSIBILIDAD
Creo que todo es posibilidad.
Lugares vivos en noches extrañas,
que una luz apagada como tal no existe
sino que una oscuridad toda, completa, gana el pulso.
Supongo que el amor,
ancho espejo azul de cristal,
encuentra el reflejo en todas partes y descansa,
pájaro de plumas fértiles,
en la mejor rama
para escribir el mejor versículo de su vida.
Creo que todo es posibilidad,
orden azaroso,
caos organizado por el arquitecto del viento.
Que tú estés ahora leyendo estos versos
es posible.
Que estos versos
puedan servirte.
Que la primavera puede traer ojos húmedos.
Que la tormenta se posa en prados verdes
para que crezca mejor la hierba.
PRISMA REDONDO
Cuando fingimos soledades o alegrías
todo un cosmos se construye,
poco a poco,
por dentro.
Y tendrá que ver la luz con que inflige
el sol ardiente sus destellos sobre las alas,
o la mancha púrpura casi oscura que bordea los párpados
en el arco de su cuenco.
Tendrá que ver mucho la separación de unas manos vivas
alargándose en balde
cuando la física se impone y la metafísica te aplasta.
Si la vigilia reinventa el mundo recién dormido,
que sueñas a tientas.
Si el frío destapa los huesos de tu cuerpo al compás
del tic tac del reloj donde habitas,
también tendrá que ver.
Por eso un caleidoscopio es el arma contra ti mismo más
poderosa de cuantas se soñaron.
Porque no es lo mismo unas rodillas que tus rodillas.
Sentarse sobre tus rodillas
es subirse a la colina más alta del mundo,
quizás la cima del universo.
Sentarse y descansar la cabeza
sobre tus rodillas
o entre los muslos redondos
puede parecerse a abrírsele los pétalos de tu boca,
y sin embargo pienso
que en algún momento de mi infancia
nos sentamos todos juntos en la mesa, dejando caer nuestras cabezas
en las rodillas exactas y sagradas
por
última vez
y nadie lo sabía.
CONVERSACIONES
Nos sentamos alrededor, y ella
pacientemente espera su turno, contar sus cosas, pedir la palabra.
Comemos en su vajilla, nos sentamos en su sillón,
usamos impúdicamente su baño
y la abuela continúa escuchando –que no oyendo–
voces conocidas contando dispersas historias que se le escapan de las manos
como un tiempo que no le pertenece,
como si yo insertara mi corazón en el carro de heno de Constable.
Y continúa en silencio, callada, sin daño y ocupando el espacio de un meteoro,
sin despegar los labios, similar
a la figura
aquella sobre el mueble.
EL SILENCIO
– ¿Puedes decirme en una palabra
– la esencia de tu religión?
El Maestro permaneció callado.
(Leyenda budista)
Habló la eternidad
desde otras bocas. Puede la noche
dilatar su eco insertándola,
pedazo a pedazo, por el ojo de las puertas,
mas si no es el silencio
quien en su vientre la acoge
todo será en vano:
la piedra y el agua no se encontrarán,
dejará la luz de portar su claridad
y tendremos el impulso,
el violento impulso de una locura indescifrable,
de cavar en la tierra nuestra sombra
antes que la sombra.
TÚ OLVIDASTE EL NOMBRE VERDE DE LAS COSAS
No permitas que nadie toque
la recién nacida flor
(John Keats)
No sabes el nombre de los tilos,
las flores del patio infantil. Rozas
con el codo su cuerpo
y no sabes cómo llamarlos. Qué triste
no existir en tu boca.
La pieza de malvavisco saborea la lengua
mientras tus pies danzan, desnudos, por hierbas
frescas y húmedas –esto tiene la primavera,
que te dice que bailes sobre el agua–
y la recién nacida flor sin nombre
apresura su tallo para que veas que –también– existe.
¿DÓNDE ESTÁ MANUEL ALTOLAGUIRRE?
El que espera y olvida
siempre goza la luz.
(Manuel Altolaguirre)
Lo escondido no desea,
lo transparente e invisible no anhela.
Mi corazón tras la puerta no sueña con que se halle,
igual que el agua de la vasija separada del mar. Deja
a ese mar sin la parte del agua que guardo, celoso.
Busca en la arena, más en la arena, en el fondo
húmedo
de la playa, nota desnudas las manos cómo se espesa
cada grano de tierra: el hecho
premonitorio del agua
es la sed. Pero de qué:
sed de conocimiento o de luz, de lo que no se sabe,
de lo que muchos ignoran.
De aquello que a nadie importa.
LA VELOCIDAD A LA QUE SE ACORTAN LOS TELÓMEROS DETERMINA CUÁNTO DURA LA VIDA
En la lentitud de las cosas habitamos.
Hemos de merecerlas, las cosas, como espera el estrellero
contar sus estrellas.
Si yo quiero reposar en la tarde, la silla ha de nacer
en otras manos y de otro modo, pero nacer;
y si yo quiero leer unas páginas que me asombren, el poeta o el filósofo
han de pensar o sentir o cuestionarse cuanto quieran
a la luz de mi paciencia, instante de fuego sagrado.
Defiendo la lentitud del mundo y sus cosas
como resistencia frente al sepulcro.
NANKURUNAISA
Con el tiempo se arregla todo. Intento
que mi hija repita la oración “todo tiene arreglo”
para que, al final, lo que sea que le pase,
ella sepa que también puede curarse.
No sólo las cosas, sino la esencia, ella, de las cosas.
Y que no le ocurra lo que a mí:
mezclo 1991 hasta 1998 porque la memoria
selecciona y une
momentos
felices
inconexos, intentando curar a alguien que ya no soy yo.
Buscar una palabra que borre
todas las demás.
TODA MI VIDA ANDUVE…
Toda mi vida anduve
por un pasillo largo, oscuro y estrecho.
Solo iba caminando a tientas,
con los ojos cerrados, inservibles.
Luego apareciste tú, un día cualquiera
y en un momento idéntico a cualquier otro.
Los días pasaban como una nube en invierno
pero tú llegaste, radiante y luminosa
y le pusiste la brillantez, la luz, a ese camino que yo andaba y cuyos vértices desconocía.
No quiero que tengas que adivinar
lo que digo.
¿Acaso no me conoces?
No me abriste los ojos, pero tu claridad
en el cenit,
-la sonrisa dibujada o tu voz que recuerdo-
era el fulgor necesario para creer
en la celeste palabra del cielo.