Iliana Toro Rosario
Iliana Toro Rosario (Mayagüez, Puerto Rico, 1980). Poeta, educadora y redactora. Posee un máster en Escritura Creativa de La Universidad de Salamanca, institución donde obtuvo matrícula de honor con Nada es perfecto en este mundo, su primer libro, que será publicado próximamente por Valparaíso Ediciones. Actualmente reside en Connecticut, Estados Unidos.
CASI UNA VERDAD
Finalmente seremos
un jamás y para siempre,
barro blanqueado,
ebriedad de lluvia nueva
en edenes públicos.
La misma mano que nos escribió
nos colgó en los tendederos de la muerte.
Tal vez este cuento
sea casi una mentira.
Una pluma avergonzada,
amarrada a la lengua del viento
dibuja ahora caras felices
en la nada.
Ojalá quien más nos adore
nos mire,
nos describa
y no seamos nosotros.
EL ALAMBRE
Cobarditos,
corremos por un alambre compartido.
Los otros –fantasmas de la realidad–
son la cara de nuestro daño.
Nos gritan las virtudes que debemos ponernos
cuando jugamos a las máscaras.
Yo miento con la mano
si sirvo algo de mi vida
(¡qué peligro!);
podría matar a un ángel
alérgico a la pena.
Creer saber lo que pasa sin verlo,
eso es el abismo.
Un día sabremos menos,
y del hilo
saltaremos al vacío
contra los tiempos.
VISLUMBRE
Del sueño surge la estrella.
Su luz levísima canta
y amanece nublado mi jardín secreto.
En la cuna de mis ojos
despierta un hijo que no es mío.
Pálido y bello avanza
hacia el perfume cegador
de una ventana puntual
entreabierta.
Se despide
y yo sonrío, muerta de tristeza,
a otro poema que,
sin lectores,
será más libre.
CUALESQUIERA
Contigo puedo ser yo.
Yo todas
o cualquiera.
Puedo ser todas conmigo,
ninguna contigo,
algunas sin mí.
Contigo puedo ser tú.
También conmigo.
Tú y yo y tú.
Cualesquiera.
RELÁMPAGO DORMIDO
En mi cuarto hay un joyero musical de madera
con un paisaje japonés pintado a mano.
Desde su espejo, una geisha en kimono rojo
me observa.
En el palacio del silencio de mi infancia
que fue la casa de mis abuelos paternos,
mi mano pequeña le daba cuerda,
lo abría
y acariciaba el relámpago dormido
de las amas de casa.
Al borde de la tarde bailaba mi ensueño
en el sueño de las palomas.
A veces me asombra
que el rostro de la niña
que la lámpara del recuerdo alumbra
parezca casi triste.
Como si entonces ya supiera
que, pasados los años,
entre las mismas joyas guardaría
la voz de su abuela
transformada en una nota
libre y vaporosa
que aparece cuando quiere,
sin necesidad de cuerda.
Una mano pequeña
ya desaparecida,
la espera.