Molino Rojo y Hecho de estampas

de Jacobo Fijman
Por Pablo Andrés Rial

Hace unos meses atrás, en un café de Longchamps, mi amigo Walter, me recomendó y llevó un libro para que lea, del poeta Jacobo Fijman (1898-1970) que contiene sus dos primeras obras: «Molino Rojo y Hecho de estampas»

Ahora bien, me resulta imposible, antes de comentar su obra, no hablar de la vida del autor, ya que lo considero necesario para poner en contexto el momento en que se gesta su escritura. Información que me permite adentrarme más a la lectura. Internalizarme hondamente en ella.

Quiero entonces comenzar por contarles, que Fijman a lo largo de su existencia, se encuentra atravesado por problemas mentales, desde su juventud, hasta su muerte. Y al igual que Artaud, pasa gran parte de su vida con frecuentes internaciones en hospitales neuropsiquiátricos, no es un dato menor, que se lo someta en el hospicio a salvajes y tortuosos tratamientos tales como los elelectroshocks. Llega un momento, que el poeta se aleja totalmente de la realidad y queda perturbado por su insondable dolencia durante el resto de sus días, siendo inútil ya, todos sus intentos fallidos de bucar refugio en el misticismo.

Su obra constituye una oda a la desolación, sin embargo, también a la exploración espiritual como una suerte de compañía.

 Manifiesta un sentimiento descarnado a través de poemas lacerados desprovistos de una esperanza, la cuál según él, juega a las cartas con los absurdos.

Este poemario es ideal para las personas que se atreven a soportar la inquietud que produce el imaginar un atardecer interminable con la seguridad de quenunca se hará de mañana otra vez, aunque eso sí ocurra.

 Jacobo hace de la agonía del no escape un pasaje poético, lo construye majestuosamente, utiliza la inestabilidad cuerda y sagaz como recurso, es lo único que lo acompaña, como no podía ser de otra forma, es sin duda algunaun hombre abrumado por no entender su presencia en el mundo. Ni tampoco su ausencia.

Pablo Andrés Rial

@pabloandresrial

Biografía
Poeta, escritor y dramaturgo. Pablo Andrés Rial nació el 24 de junio de 1984, en Capital Federal, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Hijo de una familia clase media baja. Su infancia transcurre en la localidad de Longchamps, zona sur del conurbano, hasta hoy día. Comenzó con la escritura a muy temprana edad. A sus 13 años ya publicaba sus poemas en un diario local de donde es oriundo, a sus 17 años, al cumplirse el aniversario de Longchamps, sus escritos fueron publicados en una Antología llamada “De buena lluvia” cuya organización estuvo coordinada por la Biblioteca Atahualpa Yupanqui. Dicha obra fue declarada en Almirante Brown, de interés cultural. Participó en diversos concursos de poesía y ámbitos culturales. Realizó diversas antologías tales como Instrucciones para morder una nube (2012) y Relatos abandonados en el banco de una plaza (2016), entre otras. Llevó a cabo distintos talleres literarios, y ha sido creador de cortometrajes y obras de teatro. En el 2020 participó del conversatorio en México: «Borges a través del tiempo», junto al Gestor Cultural Cuamatzin, organizado por la Secretaría de Arte y Cultura San Andrés Cholula y la Embajada de la República Argentina en México. En el año 2021 junto con la cantante Fabiana Magno, le pusieron música a uno de sus poemas «junio». Actualmente es colaborador en revistas literarias, como crítico literario y periodista en España, México y Argentina. En las artes escénicas, escribió la obra “El hocico de los años” (2018), que se estrenó bajo la dirección de Patricia Junco. Dicha obra formó parte del II Festival de Teatro Independiente de Almirante Brown. En el año 2019 escribe y se estrenan otras tres obras, “Terapia Arma-mental” que trata acerca de una mirada emancipadora de los deseos, “Distancias” donde da lugar a imágenes mudas de expresión corporal, subrayando en ella la desesperación por la liberación y “Amor” que es una poesía en prosa con un lenguaje performático, incluida en la obra teatral “Puto el que lee” con la dirección de Darío Diaco, la actuación de Sebastián Ostapow, y con la voz y música de Damasia Mayer.