Covadonga Barrios

Covadonga Barrios (Sevilla, 1989), es una autora que explora el inconsciente por medio de la poesía y los relatos cortos, empleando técnicas como la escritura automática y la meditación. Licenciada en Comunicación Audiovisual, se trasladó a Londres durante ocho años, adquiriendo experiencias que despertarían su inspiración. Tras su regreso a España, sin perder su carácter cosmopolita y ecléctico, imparte clases de Lengua Española y literatura a Extranjeros. Combina estos trabajos con la escritura y la música, sus grandes pasiones. Como letrista, ha colaborado con el conocido bajista Pepe Bao. Covadonga posee una voz propia, sensible e interesada en el silencio que esconden las palabras. Amante de la meditación y el yoga, campos en los que también se ha formado profesionalmente, es admiradora de artistas tan diversos como Haruki Murakami, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Paolo Sorrentino o David Lynch, entre muchos otros.
Su primer poemario Arcanos Mayores (La Cama Sol, 2023) es un viaje por la senda más escondida de una vida que, en su caso, oculta un universo muy especial, acompañada por las representaciones pictóricas del artista Ángel Haro.
Su segunda obra poética, se halla actualmente en prensa, de la mano de la editorial El talón de Aquiles. Asimismo, escribe relatos cortos con la intención de, como ella misma reconoce, desafiarse y conocerse más profundamente.
METEORITO
Recuerdo cuando la vida te parecía un juego en el que era impensable no participar y no apostar por lo mejor. Siempre por lo mejor. De eso no hace tanto. Miro por la ventana y te veo en esas hojas fuertes y vivas que se agarran a la vida y danzan alegres al son de los brochazos del viento.
Ahora, sin embargo, eres esa otra hoja que cae hacia el suelo, despistada, cabizbaja y con un temor titánico a estamparse contra el adoquín. Y es que otra mujer, una mucho más rápida y salvaje, te ha comido el terreno sin que te des cuenta y ahora domina tus horas, tus pasos, tus mejores momentos. Y yo vuelvo a no ser nadie para ti. Esa criatura silenciosa, una bestia con cara de ángel, te ha arrancado las raíces que te agarraban a mí y se ha zampado toda la cosecha. No queda más que el calor asfixiante de un campo vacío y un millón de preguntas atrapadas en el aire. ¿Cómo luchar contra una enemiga que es más poderosa que tú? ¿Cómo matar a ese ser que te hace daño pero que, al mismo tiempo, es el único que te abraza cuando rompes a llorar? ¿Qué hacer cuando te han tapado los ojos con tanta fuerza que cualquier resquicio de luz te parece ajeno y hasta molesto? Y aquí estoy yo, echándote de menos otra mañana más, tratando de idear la manera de salvarte y esperando que ocurra lo que me parece cada día más difícil.
Te observo. Primero, unas vueltas perezosas sobre la cama, después, un suspiro y un gran esfuerzo por levantarte. De pronto, un silencio triste, conocido. Finalmente, ese silencio se vuelve tan atroz que alcanza todo tu ser. No hay ruido externo pero la bestia está absorbiendo toda la energía que te quedaba y te lanza un sermón interno insoportable, logrando que te quedes paralizada entre las sábanas.
Esta casa se cae a pedazos y tú no vas a caer con ella. Esto no es una huida, es un progreso. Créeme, no es tan difícil como piensas. Recuerda que cerrar los ojos no sirve de nada. Las cosas no desaparecen porque no las mires. Sé que está oscuro pero aún podemos ver el camino hacia la salida. A la de tres te levantas la cama y empiezas a caminar. Una, dos y tres. Bien, ya estás de pie. En realidad, sólo tienes que deshacerte de esos trapos, ponerte algo limpio, coger las cosas imprescindibles, meterlas en tu bolso y salir por la puerta. No importa lo que tardes, lo que importa es salir hoy y no dejarlo para mañana otra vez. Además, yo estoy contigo. Ya estás en el baño. Muy bien, lávate la cara, pero no te mires demasiado al espejo. Ese espejo siempre te ha mostrado la parte menos real de ti misma. Tanto que a veces has pensado que esa máscara mugrienta eras tú. Las dos sabemos que tú no eres esa. Ya está, ahora tienes mejor aspecto. Date una ducha y, justo cuando notes el calor del agua cayendo sobre tus orejas, me oirás, por fin.
¡Qué frío hace siempre en esta casa! Sécate y vístete rápido con esto de aquí. Sí, esto mismo. Qué más da si no es tu camiseta favorita ni los pantalones que mejor te sientan. Lo más importante son los zapatos. Elige unos cómodos y abrigados. Los zapatos son necesarios para caminar. Vamos a hacerlo hasta que lleguemos a algún sitio. Siempre hay un sitio al que llegar y siempre hay alguien que nos espera. Así que no te preocupes. Olvídate de guardar los recuerdos. Eso no te va a hacer falta. Fuera las fotos familiares, fuera los regalos de cumpleaños, fuera los souvenirs de todos esos viajes. Ya tendrás tiempo de llenar el vacío. Es verdad que lo que se pierde nunca se recupera, pero también llegan cosas nuevas que hacen que lo perdido se difumine poco a poco hasta parecer que hemos ganado algo. A lo mejor, un poco de tiempo. A lo mejor, un poco de vida. Lo que quiero decir es ¿por qué molestarte en conservar un pasado que ya no se puede convertir en presente?
Ve a la cocina, notarás que dentro del sonido de la cafetera vuelvo a estar yo contándote que todo sigue funcionando, que no hay nada que temer, que solo te has vuelto a alejar y que el café, ese que últimamente desprecias, hoy te va a parecer exquisito. Así que te sientas conmigo y lees veinte páginas de un libro que tenías abandonado hacía meses. Te preparas el desayuno con el mismo cariño con el que se lo preparabas cada día a ese monstruo que has amado más a ti misma. Te pones a escribir por el puro placer de hacerlo y no paras hasta que tu reloj interno, que ha vuelto a andar como por arte de magia, te indica el final del relato. Limpias tu espacio, escuchas música durante horas, la cual lleva semanas tratando de llegar a ti estampándose siempre contra el mismo muro de hierro. Ya no te hace falta ser otra persona, obedecer a ese animal macabro, ya no necesitas destruirte con alcohol y tabaco ni mucho menos destruir a los demás para sentirte un poco mejor. Ya no necesitas demostrar a toda costa que eres alguien sublime frente al resto de mediocres. Eres tú, por fin, junto a mí, y nada más.
Vale, ahora viene lo bueno: salir. La puerta está ahí enfrente. ¿Puedes verla? Ya sé que parece enorme desde aquí. Casi como una boca abierta a punto de gritar: ¡peligro ahí afuera!, pero no la escuches. La puerta también tiene miedo de perderte. Pero esta casa ya te ha masticado suficiente. Vamos, solo te queda unos pasitos más y serás libre. Ya estás en el umbral. ¿Tienes frío? Es lógico. Los cambios de vida suelen ir acompañados de un clima especial. Sirve para recordarte que estás a punto de empezar algo. El truco es notar qué tiempo hace dentro de ti y caminar junto a él, nunca contra él. No vayas en contra de tu propio clima. Estupendo, ya estás fuera. Y yo sigo contigo, no lo olvides. Ahora hay que bajar las escaleras. Esta es la parte más sencilla. ¿Te has fijado que al subir o bajar escaleras los pensamientos se debilitan? Es porque las escaleras son entretenidas. ¿Lo ves? Ya estamos abajo y casi no nos hemos dado cuenta. No mires atrás. Mirar atrás solo hará que te marees y te confundas. La vida es una fantasía. El pasado y el futuro son invenciones necesarias para sobrevivir pero pueden hacer también mucho daño si no sabemos imaginar con cariño. La vida se parece más a un juego y la única verdad es que nada queda atrás ni nada está por venir. Solo existe este momento. Algún día hablaremos de esto más detenidamente pero ahora hay que seguir.
Ya estamos fuera. ¿Puedes notar el sol acariciándote la cara? Es su manera de darte la bienvenida y decirte que a partir de aquí todo irá mejor. La valentía siempre trae recompensas y tú hoy has sido valiente. Ahora vamos a caminar juntas hasta que lleguemos a donde tenemos que llegar. Y lo más importante es que abramos bien los ojos. Tienes que aprender a abrir los ojos de una forma distinta a la que estás acostumbrada. A partir de hoy las pistas están por todas partes y debes verlas. Todo a tu alrededor te está dando las gracias y ahora el boceto de tu mundo parece evidente. Siempre ha existido un orden, un ritmo, un camino que recorrer, pero no te dabas cuenta porque estabas en las entrañas de esa casa, envuelta en su asquerosa bilis. Así que ahora no tienes que hacer nada más que caminar y construir algo nuevo. No sabemos qué será, pero yo estoy contigo y voy a verte resurgir.
Mientras paseas, ves que las personas te sonríen, como si supieran lo que te está ocurriendo, como si estuvieran celebrando contigo nuestro reencuentro. Compras flores, sí, nunca lo había hecho antes, y escoges las que te parecen más solitarias. Al volver a casa llenas el jarrón de agua fresca y no puedes hacer otra cosa que agradecerme que te esté dando una nueva oportunidad.
Pero llega la noche y vuelves a encontrarte con ella, la que te espera con los colmillos afilados y la boca seca, hambrienta de ti. Y tú vuelves a olvidarme y darle a ella toda tu atención para que siga abrazándote, consolándote, destruyéndote y convenciéndote de que no eres nada más que su tierna presa. Y yo vuelvo a alejarme, como si no fuera más que un meteorito desviado incapaz de liberarte de tu infierno.