Casa de muñecas

de Patricia Esteban Erlés
Por Adriana Caterino

BIOGRAFÍA

Adriana Caterino (Bari-Italia, 1994) es una ex estudiante de filología hispánica y francesa y traductora literaria italiana. Licenciada en 2018 en “Idiomas, literaturas y culturas extranjeras” en la Universidad del Salento (Lecce) ha escrito un trabajo final de literatura titulado Les chants de Maldoror de Isidore Ducasse y la estética de la autodestrucción de Aldo Pellegrini. En 2021 se ha especializado en traducción literaria con matrícula de honor escribiendo una tesis sobre el tema de la recepción europea de la literatura hispanoamericana haciendo hincapié en el ámbito argentino titulada: Adolfo Bioy Casares: el desmantelamiento de los estigmas culturales rioplatenses en la dimensión fantástica.

A lo largo de sus estudios universitarios ha cursado diez meses la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla donde ha podido profundizar los aspectos relacionados con el “Teatro del siglo de oro” además de otros sobre “Traducción bilateral” y a vista”:  italiano-español y español-italiano”.

El segundo año de su máster ha podido beneficiar de otra beca con consiguiente estancia de un año en la Universitat des Illes Balears en Palma de Mallorca donde ha estudiado “Literatura de autoría femenina en la España contemporánea con perspectiva de género, “Intervención psicoeducativa”, “Edición de textos de la critica textual a los nuevos formatos digitales” y critica literaria francesa.

Se considera amante de todas las formas de arte, cultura y belleza y se dedica a la escritura tanto de poemas como de fragmentos autobiográficos.


Ilustradora: Sara Morante

“Casa de muñecas” es el título de un libro de microrrelatos escrito por Patricia Esteban Erlés que nos conduce a vivir una temporada en una casa lejana y siniestra donde alberga el misterio de sus habitantes: delicadas y singulares muñecas que guardan silencio y secretos en los pliegues de sus vestidos.

Ilustradora: Sara Morante

La estructura del libro presenta una división del espacio literario en diez habitaciones y pasillos oscuros, en cada esquina de la casa es posible reconocer la voluntad de la autora de poner en escena una realidad concreta y vigente en el mundo “real”.

La división está clarísima y nada mejor que una estructura arquitectónica, propia de una casa fragmentada en espacios distintos pero todos enmarcados en un mismo entorno: el doméstico.

En este mundo paralelo los seres de porcelana o de plástico cobran vida, de hecho una de las intenciones narrativas es establecer un proceso inverso a el de la cosificación de la mujer en muñeca. Desde siempre las muñecas sobreviven a las personas y con sus aspectos de niñas sombrías se vuelven en las espectadoras de la vida del hogar en el que se encuentran.

Uno de los espacios más enigmático de toda la obra es representado por el rincón más alto y oscuro: metáfora de la amenaza que se le impone a los niños traviesos, la típica casa de los monstruos que en el libro se humaniza y se convierte en el espacio donde se ubican las fobias irracionales, los pasillos oscuros de nuestras mentes y las creaturas diabólicas que no son nada más que los resultados de nuestra imaginación.

La autora, en ocasión de una entrevista, explica que a través de la escritura de este libro pretende vengarse contra cadauna de las muñecas que tuvo en su infancia y que se convirtieron en sus primeras maestras de vida.

A cada modelo de muñeca corresponde uno de mujer, ellas enseñan la inmovilidad que se contrapone a la vitalidad de una niña y esporádicamente, su anhelo a la eternidad se convierte en un reto al cual no todos los seres humanos están dispuestos a enfrentarse.

Ilustradora: Sara Morante

«¡ Fueron ellas. Las muñecas me echaron de mi cuarto sin más contemplaciones. Una dama parisina de porcelana me comunicó que se había decidido por unanimidad, en el último cónclave. Lo siento, pero no sabes quedarte tan quieta como deberías. No eres lo suficientemente eterna.»

(Exilio, La casa de muñecas)

El contexto de cada microrrelato parece hacer viajar el lector a la época victoriana y se enmarca dentro de un mundo extrañamente privado y por lo tanto femenino, en consonancia con los clichés.

El tema femenino y feminista a la vez, convierte el libro en un poderoso tesoro ecléctico y muy actual que se mueve hasta volver a ser imagen gracias a la colaboración trabada con Sara Morante: ilustradora de los microrrelatos que establece una relación empática con la autora para llegar a dar vida a las imágenes que habían nacido en su cabeza a la hora de la redacción del manuscrito. Las elecciones cromáticas también no son casuales y la ilustradora explica que el color magenta para ella representa una vinculación a la causa feminista pero a la vez confiere una atmósfera punk a los cuentos cuyo lenguaje cinematográfico se cónyuge perfectamente.

El magenta, pues, encarna la idea de mujer que a lo largo de su vida ejerce distintos papeles tanto sociales como privados que, en el libro, se protagonizan por las distintas muñecas que de hijas se vuelven madres, mujeres, amantes, engañadas, victimas.