Aria González
Aria González, nacida como Asiria Echavarria (Maracaibo, Venezuela, 08 de julio de 1996), es una escritora, autora, poeta, abogada, con un Máster en Derecho Mercantil. Desde pequeña, se sintió atraída por las maravillas que entraña el mundo de la ficción, la fantasía, el horror y la poesía. Esta vocación y pasión, la descubrió hace un par de años. Se considera a sí misma una escritora prolífica y polifacética. Sus obras actuales están orientadas en la Poesía, el Terror, el Misterio, la Fantasía y la Ciencia Ficción.
El Alma Rota
Estaba roto cuando me encontraste.
En medio de penumbras me hallaste.
Yo era un Ser carente de luz, sumergido en un profundo mar de pena y dolor, un vasallo de las frías y deprimentes aguas que me calaban los huesos.
Entonces, tú me viste, me abrazaste y con tu esencia me iluminaste.
Llenaste cada espacio vacío y oscuro que yacía en mis adentros hasta los cimientos.
De algún modo, conseguiste los pedazos perdidos de mi corazón y los uniste.
Me hiciste una sola pieza, me diste forma; de nuevo estaba completo.
¿Me reparaste o hiciste de mí un nuevo Ser?..
¿Cómo no ser fiel a ti?
¿Cómo no serte leal?
Gracias a ti, valgo más de lo que mi triste pasado me dijo que valía.
Pasé de ser un alma en pena, opaca y solitaria, que vagaba en las tinieblas, a convertirme en un vigoroso espíritu que danza al compás de la música de tus labios.
No me pidas que me aparte de ti.
No me pidas que me aleje y te deje.
Eso nunca va a pasar.
Te pertenezco enteramente a ti. Te pertenezco desde que me salvaste de morir, desde que inclinaste tu mirada hacia una insignificante criatura que yacía agonizante en medio de tu glorioso camino. Desde entonces, me convertí en tu siervo más leal, en un esclavo de tus pasiones.
Vivo, respiro y moriré por ti.
Hasta que el último latido de mi corazón produzca un eco que resuene en lo más recóndito de tu indómito espíritu.
El Llanto de la Justicia
En un escenario dominado por la injusticia y la tiranía, el temor alza su voz, reina con ánimos de perpetuarse en el trono de los justos dioses.
El yugo del absolutismo que asfixia a quienes se han convertido en sus miserables vasallos, aniquila lentamente cualquier sentimiento de libertad; socavando la semilla del pensamiento, extinguiendo el libre albedrío, cimentando un pensamiento infértil y hostil que paso a paso sucumbe ante los brazos de la indigencia; besándose con las penurias, arrastrando las cadenas que amansan la libertad, con púas que castran las alas de los que en vida fueron pensadores deliberados y ahora, caminan muertos en espíritu, rendidos a los pies del despotismo, su nuevo dios.
Gota a gota se desangra la dama que sostiene la balanza.
Llora la justicia, su corazón grita, su garganta se desgarra.
La diosa de la espada es acorralada y engañada.
Su espíritu es ultrajado, su nobleza ha sido manchada.
La venda que cubría sus ojos ha sido removida.
Oh, pobre Guardiana, tu Olimpo se hunde en la corrupción. Con tu propia espada te atraviesan el alma.
Han profanado tu cuerpo, falsifican la verdad en tu nombre mientras tú yaces indefensa en el frío y sucio suelo.
Tu cuerpo tiembla, las venas que lo recorren han reventado.
El ardor de los maliciosos hechos ocultos se manifiestan en notorias llagas sobre tu piel.
Junto a tu llanto cae la que alguna vez fue tu inmaculada indumentaria, manchada de la inocente sangre que los tiranos esparcieron sobre los pisos del recinto donde alguna vez primó la verdad.
La injusticia se ha perpetuado.
El Clamor de Mi Soledad
El etéreo y sensible don con el que fuiste bendecido, te induce a transitar el camino de la vida cual criatura esteparia.
Uno a uno son contados tus pasos que arrastran dolorosas reminiscencias, las cuales condenaron salvajemente tu destino.
A flor de piel se siente el candoroso anhelo de lo efímero.
La puerta se abre, pero el temor prima.
La risa sobre el ocaso despierta el anhelo de un nuevo porvenir, aquel que augura gratos comienzos y un nuevo lienzo donde pintar tu rostro ileso.
El sonido del viento ensordece lo que queda de tu espíritu.
El cántico de las aves traspasa aquella coraza que las lúgubres calles de tu corazón crearon con ánimos de proteger los restos sobrevivientes de su bien más preciado.
Anheloso de ser valorado al fin.
La avidez de volver a sentir se anuncia por la ventana, intenta entrar a la fuerza pero la ignoras.
Aun así, esta insiste, pero la razón ahora gobierna y su decreto es firme.
Es momento de abrirle las puertas al raciocinio, este viene a poner todo en orden en la casa donde, la prueba ha reinado sobre los artificios superpuestos por el ambicioso y codicioso poderío que perpetuó alguna vez el sentimiento que dijo responder al nombre del amor.
El Canto de la Sirena
Hermosa criatura que desborda belleza.
Radiante y solitaria hermosura que enceguece.
Atrapantes ojos que hechizan y te llevan a la perdición.
Indefenso rostro que oculta sus intrínsecos demonios.
Palidez en su tez sensible a los rayos del sol.
Cánticos de nobleza que desgarran los tímpanos tras atraparte en las redes de la seductora criatura que te atrae a su fría y oscura guarida.
Cuando la Sirena llama, obedecer debes.
Hambrienta es su alma, oscura y bohemia.
Dichosos y malditos los que en su camino se cruzan.
Esclavos de sus pasiones que desarrollan alergias a sus escamas.
Tristes al no poseerla, condenados una vez que son poseídos por ella.
Oscuros son sus deseos.
Salvajes son sus anhelos.
Su espíritu insaciable la induce a pecar.
Su nociva naturaleza la incita a dañar.
El viento del horizonte la invita a bailar sobre el dolor de sus amantes prisioneros.
Lúgubre es su corazón, repleto de telarañas.
Su carencia afectiva la sumergió en las tinieblas, donde gobierna en un trono de grandeza.
Desdichada soledad que ennegreció su vida y desquició su razón.
Al borde de la locura que la arrastró un etéreo amor que subyugó su cuerpo y la abandonó en el infierno; su nuevo y eterno hogar.
El Llanto de la Musa Olvidada
Hay una Musa, hermosa y radiante.
Condenada al desamor.
Sirvió de inspiración solo para ser esclava del desengaño.
Fue amada una vez y olvidada mil veces.
De su piel brota dolor.
Sus lágrimas se han cristalizado en su rostro.
El frío de su corazón olvidado, quema su pecho pronunciado.
Su gélida voz te produce estupor.
Podridas almas que en el pasado atrajo; vulgares máquinas productoras de desechos, desencadenaron los demonios de su infierno.
Cuerpos que yacen a su alrededor, son ejemplo de traición.
Vengativa es su naturaleza, cual diosa del infierno que castiga y condena.
En su memoria se albergan los tenues momentos que causaron regocijo en su alma hoy perdida.
Atrapada en la Gehena que sedujo a sus labios.
Se besa con la oscuridad.
Atrae pasión e inflige dolor.
Sentada en una enorme roca de azufre, sus más íntimos pensamientos salen a la superficie.
Un volcán en su interior anuncia erupción.
Tras siglos de inactividad, finalmente erosionó.
Ríos de lava que sellan la superficie.
El magma que viene de su interior, tiñe de color el sombrío camino y arrasa con todo a su paso.
Olvidada en el oscuro calvario que hoy habita con devoción, aquel que se siente cual constante punción.
La Musa ha dejado de ser inspiración; es ahora dolor.
El Veneno de Mi Alma
Veo calma a través de la densa niebla.
Mortífera serenidad la que me atrae.
La tranquilidad que se mezcla con el frío ambiente, en un ecosistema lúgubre que me incita a formar parte de él.
En cada uno de mis versos yace un pedazo de mi alma.
Un granito de mi ser.
Un trozo de mi corazón.
Una pieza de lo que soy y de lo que estoy a punto de trascender.
Esa pequeña porción de mí, reflejada en cada letra que entrelaza una palabra con la otra, es el reflejo de mis más profundos sentimientos, deseos y pensamientos.
Es el anhelo de lo que pretendo alcanzar, el idílico y utópico mundo que veo a través de mis sueños.
Aquel que reside en una oscura parte de mi psique, pero que pide a gritos ser expuesto y abrazado.
Aquel que exige ser besado cálidamente con todos y cada uno de los demonios que habitan dentro.
Aquellos demonios ansiosos de encontrar la luz que su naturaleza clama, pues, aunque cada una de mis vidas me ha oscurecido en parte, soy consiente de que mi esencia es meramente angelical.
Pero el pernicioso veneno que secreta mi perdida alma, es imposible de neutralizar; me estanca y me retiene cual grillete en mi tobillo.
Es esa clase de veneno que te intoxica, pero al mismo tiempo es capaz de volverte adicto.
El Alma que Resurge
Las penumbras que te abrasan son las mismas que te acompañan en tus momentos más fríos y solitarios.
Aunque arden sobre tu piel y te queman, son ellas las que se quedan a tu lado durante el tormentoso ocaso que inunda tu alma;
Durante las fuertes corrientes que azotan tu cordura y destruyen tus sentimientos hasta el final de una terrible tormenta que abre paso a la luz y desemboca en tu aliento indefenso, sutil y tieso que pronto se acostumbró al mar inmenso entre vastos vientos que sacuden hasta tu huesos.
Tras años de eterno tormento, la oscuridad se disipa.
En medio de un sombrío valle, el alma que se creía perdida es atraída por una luz al final del camino que se sintió interminable.
Pero, la duda hace especial aparición.
¿Será mi hogar la luz?
¿O será la oscuridad mi eterna morada?
¿Qué alberga aquel mundo luminoso?
¿Y si lo que yace allí afuera me rechaza?
El temor se apodera de mi mente.
De nuevo, los temores salen a flote.
Es una trampa; dicta mi deteriorado y tramado corazón.
Es la salvación; reprende mi sensatez.
¿A quién he de obedecer?
Mi instituto yace dormido, casi perdido.
Mi razón empieza a nublarse.
El pánico y la ansiedad comienzan a abrazarse.
¿Estaré eternamente condenada a la oscuridad?
La luz empieza a desvanecerse.
Mi última oportunidad se despide de mí.
Entonces, cuando todo se creía perdido, una suave y apacible voz me llama.
Me dice que cruce la delgada línea que divide la oscuridad de la luz.
Me invita a salir al exterior.
Aquella voz se transfigura y me toma de la mano.
La salvación me ha encontrado.
Mi Alma ha resurgido.