Antonio Hernández López
Antonio Hernández López (1972), madrileño, de 52 años, ha dedicado gran parte de su vida profesional a la ciberseguridad, siendo un experto en su campo. Sin embargo, su verdadera pasión siempre ha sido la literatura. Desde los 3 años, Antonio ha sido un ávido lector, sumergiéndose en una amplia variedad de géneros literarios. Su amor por las palabras se extiende a la poesía, el teatro y la música, disciplinas que han alimentado su alma y creatividad.
La creación de su obra «Renacimiento», su primer libro de poesía publicado por la Editorial Talón de Aquiles ha sido un proceso catártico, reflejando su viaje emocional desde el duelo hasta la esperanza. El deporte y el teatro también han jugado un papel crucial en su recuperación, ayudándole a superar una dura depresión tras la pérdida de su esposa. A través de sus poemas, Antonio busca no solo sanar sus propias heridas, sino también ofrecer consuelo y esperanza a otros que atraviesan momentos difíciles.
Hoy en día, Antonio continúa explorando su pasión por la literatura mientras mantiene su carrera en ciberseguridad, demostrando que el amor por las palabras y la tecnología pueden coexistir armoniosamente. Su obra «Renacimiento» es un testimonio de su resiliencia y su capacidad para encontrar belleza y fortaleza en medio de la adversidad.
La espera que florece
He aprendido a esperar como el árbol en invierno,
con las ramas desnudas, abiertas al frío,
sabiendo que hay tiempos de quietud y silencio
donde el alma respira, despacio y en sigilo.
A veces, la vida no da respuestas rápidas,
y el suelo bajo los pies parece inmóvil.
Pero en el fondo, en raíces que aún no veo,
algo crece y se nutre de la paciencia.
La belleza se revela en cada latido pausado,
en el susurro sutil de lo que aún no llega.
Porque el tiempo, a su modo, siempre florece
en quien sabe esperar, en quien sabe quedarse.
Retorno a mí
Hoy pienso en mí, sin culpa ni cadenas,
como quien regresa al rincón olvidado,
a ese yo pequeño que aún sueña despierto,
que aún siente el latido en cada paso dado.
No es traición buscar mi propia esencia,
ni egoísmo tomarme en mis propias manos.
Es un acto de amor, un rescate interno,
una tregua en la guerra que he llevado años.
No quiero seguir siendo un eco distante,
quiero ser voz viva, piel y esperanza.
Hoy me elijo a mí, sin miedo ni sombras,
porque en cuidarme, también soy para los demás.
Fragmentos de ti
Eres cada porción que guardo en mi pecho,
la suma de ausencias que nunca se van,
pedazos de cielo que laten despiertos,
las huellas que el tiempo no puede borrar.
Eres el eco eterno que habita en mi alma.
Aquí y ahora
No mires atrás, que el tiempo no regresa,
ni adelante, donde el futuro es niebla.
El instante es este, como un latido,
la vida espera en el paso que eliges hoy.
No dejes que el peso de lo que no fue
te encadene a sombras que ya no existen.
Eres más que el eco de los sueños rotos,
más que las dudas que se desvanecen.
Es en el ahora donde te haces fuerte,
en la huella que dejas con cada paso.
El futuro no nace de lo perdido,
sino del valor de vivir el presente.
Sombra que somos
Hay un rincón en el alma que no admite luz,
un paraje oscuro que calla y retiene,
es un pozo de secretos, un foso de sombras,
donde lo humano se quiebra y pierde.
Es la bestia sin nombre que acecha en silencio,
el filo del odio, la rabia en reposo,
un veneno lento que arde en la sangre,
la máscara rota que muestra el despojo.
Somos cenizas de una llama enferma,
un susurro de caos que el pecho oculta,
y en lo más hondo, allí donde nadie mira,
habita la sombra… que en verdad nos domina.
La alegría en lo simple
Hay un mundo en las pequeñas cosas,
en el eco de una risa que cura el alma,
en la escena que ilumina como un sol de calma,
y en la simple magia que transforma el día.
A veces, la felicidad es solo eso,
un instante sencillo que nos llena de regreso.
Tiempo para mí
He caminado largo, entregando mis pasos,
a veces sin pausa, siempre por otros brazos.
Pero hoy me detengo, me miro despacio,
y entiendo que en mi pecho también guardo un abrazo.
He sido el refugio, la voz que acompaña,
el hombro en las noches, la mano que sana.
Pero ahora me pido un respiro sincero,
pues cuidarme a mí también es lo que quiero.
No es egoísmo, no es rendirse al cansancio,
es reconocer que también tengo un espacio.
Un rincón de calma donde puedo estar,
sin prisas, sin cargas, solo para descansar.
Es justo darme lo que a otros ofrecí,
un poco de amor, un tiempo para mí.
Porque en el silencio, en la paz de mi ser,
encuentro la fuerza para volver a renacer.