Adriana Fajardo Pérez
Adriana Fajardo Pérez (Güines, La Habana, Cuba, 2003).
Poeta cubana y estudiante de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Egresada de las escuelas de improvisación poética en Cuba.
Obtuvo el premio en entrevista en el concurso de Periodismo para jóvenes universitarios Manolito Carbonell, en 2022, y el premio en crónica en el Festival Provincial de la Radio y la Televisión de Mayabeque, en 2023.
Forma parte del colectivo de autores del libro Cien años sin soledad (2022), homenaje a cinco poetas cubanos en su centenario.
Ha sido premiada en varios festivales de Repentismo y actualmente es parte del proyecto Oralitura Habana, dedicado a promover la fusión de la décima oral improvisada con otros géneros y manifestaciones artísticas.
Ocaso
I
La tarde saturada de colores.
El día se nos muere y nace agosto.
Descansan las vidrieras, los negocios,
Comienzan su faena los faroles.
Ahí está la ciudad, con sus balcones,
Sus turistas, sus bares y sus locos,
La tarde que se va cierra los ojos
Sin saber que hay para quien siempre es de noche.
Esta tarde no vuelve, el sol no avisa,
Es única la escena que tirita,
No habrá otra tarde nunca tan feliz.
Atardece en la ciudad, se va otro día
Mientras pasa la gente distraída
Como si esto se fuera a repetir.
II
Atardece, dejemos que atardezca
Sin culpar al ocaso de nostalgia.
Dejemos que otro día se nos vaya,
No cobrémosle al sol la ”deuda interna”.
Atardece otra vez y los poetas
Se pintan el crepúsculo en el alma,
Son dos los horizontes que se gastan:
Una puesta de sol y una de letras.
Naranja despedida inunda todo.
Las nubes son poemas: cielo en braille.
La entrada de la noche en una foto:
El mar que se retuerce al son del aire
Y ”el indio” que se va, sacando oro
Del viejo lavadero de la tarde.
Mi madre
Qué raro pensar que no existí
En los amores adolescentes de mi madre.
Dónde estaba yo cuando guardaba
Las cartas de los muchos pretendientes.
Qué era de mí cuando ella, inmadura todavía,
Se reía en el portal con los amigos.
Qué raro, mi madre fue alguien que no era mi madre
Y hablaba de cosas del momento,
Y no preparaba desayunos,
Y no planchaba uniformes
Ni escribía noticias.
Cuando nos conocimos,
En la sala de partos,
Ella ya era algo a lo que yo,
qué tan tarde he llegado,
quisiera parecerme.
Ya sabía cosas que todavía ignoro
Ya me había elegido, y yo ajena.
Mi madre fue, alguna vez,
Un ser que desconozco.
Mi madre vivió sin ser mi madre,
Yo no he sido otra cosa que su hija.
Lo que fue
La nostalgia no es el costo de los buenos momentos.
Nada hay que pagar
por el placer de vivir intensamente
nuestros ratos.
La nostalgia es,
A veces,
El gesto de gracias a lo que hemos vivido,
Otras veces
La tarjeta que invita a la próxima vez.
“Quizás será tu amor lo que me sobreviva viviendo en un poema después que yo haya muerto”
José Ángel Buesa
Agridulce sensación
La de saber que la poesía me trasciende,
Que estos versos tan nuestros
Me dejarán un día
Y escogerán quedarse
Para ser leídos por los ojos vivos.
Lo agrio, saber que el fin existe,
Que no puedo quedarme para siempre
Diciendo tu nombre.
Lo dulce, regalarnos a los dos
La sobrevida de la poesía.
No hace falta que seamos eternos
Si ya somos poema.
Ojeras
No me quiten las ojeras
Que miden el poco sueño, No desinflamen las noches
Que dejé el lápiz despierto
Para ser merecedora
Del insomnio de los versos.
No me quiten las ojeras
Ni con maquillajes buenos,
Ni con noches de descanso
Ni con remedios caseros.
No me quiten las ojeras
Que hablan de mucho desvelo:
Envase de muchas lunas,
Almacén de muchos besos.
No me quiten las ojeras
Que es como quitarme el tiempo,
En las bolsas de los ojos
Guardo todos mis recuerdos.